Salud

Cambiar el eje de la discusión y poner al ser humano en el centro

En el recorrido por los encuadres dominantes respecto al sistema de salud argentino actual, un modelo parece monopolizar cualquier análisis: el del financiamiento.
La tradición del tratamiento, análisis y sistematización de conocimiento relativo al sistema de salud nacional (aunque también ocurre en los análisis de los sistemas de salud de otras partes del mundo) es esencialmente economicista y está centrada en la observación de la circulación del dinero ¿Quién financia? ¿Hacia dónde se derivan esos recursos? ¿Alcanzan los recursos? Ésas y pocas más parecen ser las preguntas importantes. Lo más llamativo es que «el sistema» siga pensándose a sí mismo del mismo modo aún en el presente.
La seguridad social argentina, en particular, hoy sostiene el modelo del financiamiento desde una antinomia. Con especial ímpetu en estos últimos años, a uno y otro lado de la antinomia que lleva más de una década, se han ubicado posturas pro-desregulatorias y anti-desregulatorias. Y en esa controversia, no obstante, la lógica del financiamiento quedó intacta, así como las preguntas acerca del sistema de salud no sólo fueron las mismas, sino que evitaron otras, las que vienen inquietándonos en los últimos tiempos, por entre medio de nuestra experiencia y buenas prácticas en la Obra Social del Personal de la Actividad del Turf.
Lo que primero fue intuición termina siendo convicción para la Obra Social que presido desde la Unión de Trabajadores del Turf y Afines. El sujeto de las políticas públicas es un ciudadano que, antes que ciudadano, es hombre y ésa es su dignidad que se realiza a través del trabajo.
Las variadas dimensiones del hombre confluyen en su dignidad de ser humano -complejo, pero indivisible- que no puede perderse de vista nunca, y ése es el foco que elegimos para pensar el sistema de salud nacional, pero también a la hora de pensar la accesibilidad y la cobertura que les ofrecemos a los trabajadores.
Desde una concepción que ponga al hombre –y, como tal, al trabajador- en el centro de la escena, se hace posible correr el velo que oculta el divorcio moral de algunos dirigentes con la población.
Desde una concepción que ponga al hombre y al trabajador en el centro de la escena, también puede corrérseles el velo a aquellos que defienden la desregulación desde la defensa de las libertades individuales al son de sus estribillos neoliberales de los 90. Porque ello encerraría, entre otras cosas, derrotar al principio de solidaridad que es la base de las lógicas sociales que nos vieron nacer como organizaciones gremiales. El esquema de unión solidaria de todos los aportes y contribuciones -de manera que la suma total equilibre, compense y permita garantizar el acceso a la salud a todos con la misma calidad- sigue siendo clave para nuestro sueño eterno de una sociedad con justicia social.
Aquí otras preguntas posibles: ¿Cuáles son los valores del sistema de salud? ¿Qué necesita, cómo participa, qué conoce, qué piensa y experimenta el trabajador? ¿Qué lugar tiene destinado el sujeto en el sistema de salud? ¿Cómo lo entiende el Estado en particular respecto a su derecho a la salud? ¿Cuál es la concepción del Estado acerca de ese ciudadano objeto de sus políticas?
Más acá: ¿Qué significa ofrecerles salud a los trabajadores? ¿Significa ofrecerles «prestaciones» o una gestión de calidad que honre su dignidad?
El eje de la política sanitaria (que, claramente, abarca mucho más que “el sistema”) debe ser conceptualmente antropológico. Porque lo cierto es que nunca alcanzará el recurso si seguimos tensando la cuerda de la oferta y la demanda para garantizar acceso a la salud, y porque el Decreto 504/98 mutó enérgicamente esa ecuación hace doce años, al eficientizar y transparentar nuestro subsector que, sin embargo, hoy sigue siendo fuertemente criticado, no interpretado cabalmente y desvirtuado.
Hoy el trabajador conoce sus derechos como paciente, quiere cobertura de salud para los suyos, quiere que su núcleo sea atendido ante la enfermedad. El problema no está en la desregulación, está en la inequidad, en la falta de prestaciones efectivas, en la manifiesta incapacidad de algunos actores de la seguridad social de estar a la altura de las circunstancias .
Doce años después del Decreto 504/98, plantear la teoría «del descreme» es un arcaísmo. Ya es hora de que hablemos, desde las dirigencias, de gestión de calidad con la prestación de salud. Porque con esta ineficacia, ineptitud y negación comienza a correrse el serio riesgo de acabar con el propio sistema de seguridad social.

Nuestra visión del sistema de salud es una visión filosófica, de valores, en la que el ser humano, nada menos, es el centro, el eje, de la política. Es nuestro centro.

Carlos Felice

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    […] Venezuela, Colombia y España. Encontrarán buena parte del planteo que presenté allí en la página SALUD de este espacio. Lo comparto con […]

  2. Al fin de cuentas ¿qué planteo sobre gestión de la salud? « Carlos Felice

    […] de un modelo de gestión de la salud, en el que sobre todo somos rostros reconocibles, personas, seres humanos que trabajamos juntos. Que trabajamos. […]

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